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miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA HONESTIDAD



La historia hunde sus raíces en la China antigua, allá por el año 250 a.C. Nuestro protagonista es un joven príncipe de la región del norte, que para alzarse como emperador debe contraer matrimonio. Así lo marcaba la ley, y para hallar entre todas las mujeres casaderas la que debía ser la mejor para él, ideó una pequeña prueba de gran astucia.
La corte celebró un día en que todas aquellas muchachas que desearan contraer matrimonio con el príncipe debían presentarse en el patio del palacio. Entre todas ellas, había una que amaba secretamente al aspirante a emperador. Sin embargo, era consciente de que no tenía gracia, ni riqueza ni aún menos belleza. Su madre intentó quitarle de la cabeza tal ensueño, pero puesto que su corazón era resuelto y su actitud valiente, no dudó en presentarse el día acordado.
Una vez estuvieron todas las jóvenes en el patio del palacio, el príncipe les fue depositando una semilla en la palma de las manos de cada una de ellas. Les dijo que las volvería a citar en 6 meses. Aquella que le trajera la flor más hermosa, se convertiría en su esposa.
Nuestra joven protagonista volvió contenta a su casa. Ella era una gran jardinera, todo lo que tocaban sus manos florecía de forma espectacular. Sin embargo, a medida que pasaban las semanas y los meses, nada brotaba de la tierra. Su madre volvió una vez más a recomendarle que se olvidara del príncipe, sin embargo, ella, se dijo a sí misma que aún acudiendo con las manos vacías y sin flor se presentaría de nuevo a la cita… Aunque fuera solo por ver una vez más al hombre al que amaba.
Cuando pasaron los 6 meses y las jóvenes se reunieron en el palacio, todas ellas llevaban en las manos flores bellísimas, perfectas y espectaculares. ¿Cómo lo habían hecho? La joven lloraba en silencio mientras miraba al príncipe atendiendo y valorando cada una de aquellas flores. Hasta que de pronto, llego a esta ella y la cogió delicadamente de la mano.
«Me casaré con esta mujer» -dijo en voz alta, feliz-. La joven no tenía palabras, y cuando el resto de muchachas le preguntaron por qué, él fue firme en sus palabras. «Todas las semillas que os ofrecí eran estériles. Solo esta joven me ha traído la flor más bella: la de la HONESTIDAD».
Para concluir, tal y como nos ha dejado ver esta bella historia, ser honesto, en realidad, responde a un acto de integridad, de valentía y de madurez personal. Virtudes todas ellas que debemos hacer germinar con dedicación en nuestro día a día.


4 comentarios:

  1. Hola Ana.. Que bonita historia, la honestidad es la flor mas bella..
    Un abrazo..

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  2. Una historia llena de enseñanzas, no siempre somos honestos, a veces ni con nosotros mismos. Abrazos

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  3. Un relato del que tenemos mucho que aprender. Muchas gracias.

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  4. Hola Ana una preciosa historia que de ella se aprende a ser mejor persona feliz tarde besitosssssss

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