CUENTO SUFÍ
Un día, mientras permanecía inmóvil como siempre en el mismo
sitio, un maestro vio aparecer en el horizonte una especie de bola de polvo.
Aquella bola se hizo más y más grande y el sheik pronto reconoció a un hombre
que se le acercaba corriendo y levantaba una enorme polvareda.
El hombre, que era joven, llegó hasta el maestro y se postró
ante él.
– ¿Qué quieres?
El joven le contestó:
– Maestro, he venido desde lejos a oírte tocar el arpa sin
cuerdas.
– Como quieras – le dijo el maestro.
El santo hombre no varió su postura lo más mínimo. No cogió
ningún instrumento, no hizo nada. El maestro y el ferviente discípulo
permanecieron inmóviles. Tras tres días, el joven dejó percibir, quizá por un
gesto, una inclinación o un carraspeo, un incipiente cansancio.
– ¿Qué te pasa? – preguntó el maestro.
El joven dudó un poco. Comenzó a balbucear algunas palabras.
Para poder ayudarlo, el maestro preguntó:
– ¿No has oído nada?
– No – contestó el joven con voz culpable.
– Entonces, ¿por qué no me has pedido que tocase más fuerte?
Maestro: el sonido está dentro de nosotros, en nuestro
corazón. Es cuestión de saber escucharlo.
Y tanto que el sonido está dentro de nosotros y muchas veces tan desafinado, que mejor no escucharlo.
ResponderEliminarUn beso.
Interesante, porque aunque el sonido este dentro de nosotros, lo que no sabia es que se podía regular el volumen..
ResponderEliminarUn abrazo Ana.
Soy partidaria de dejarlo salir, de hacerlo audible. Abrazo
ResponderEliminarSE buscarmos escutar o mais profundo do nosso coração, belos sons poderemos escutar.
ResponderEliminarUm abraço.
Élys.
Hola Ana cielito cierto solo hay que saber escuchar al corazón el nos hace que sepamos hacerlo aunque todo quede en silencio feliz tarde besitossssss
ResponderEliminarEs el cuento que publique hace poco,abrazos.
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