En medio de una descomunal extensión de terreno se levantaba
una apabullante muralla.
Cuatro personas decidieron descubrir lo que había detrás de
aquella colosal muralla. Se dirigieron hacia la misma.
Una de las personas se puso a escalarla, llegó a la parte
alta de la misma y sin siquiera volver la cabeza para mirar a sus compañeros,
saltó presta al otro lado.
Del mismo modo procedió la segunda persona y con la misma
actitud la tercera.
Le tocó el turno a la cuarta persona. Con muchas
dificultades escaló la muralla y alcanzó por fin la parte alta de la misma.
Miró. ¡Oh maravilla de maravillas! Tras la muralla aparecía el más bello,
atractivo y reconfortante jardín que jamás uno pudiera imaginar.
Su primer impulso ante tanta hermosura fue lanzarse sin
demora hacia ese vergel incomparable, pero pensó en los demás. Se merecían
saber lo que había detrás de la muralla y también aprender a escalarla para
acceder al jardín de ensueño.
La cuarta persona se quedó fuera del maravilloso recinto
para describírselo a los demás, aleccionarles adecuadamente y ayudarles a que
pudieran escalar la muralla y pasar al otro lado.
REFLEXION:
La compasión tiene una fragancia única. La compasión eleva
la consciencia y permuta el alma. Es cualidad de cualidades y nos humaniza y
enternece. Nos permite no solo ver las necesidades ajenas, sino también
atenderlas. Mediante ella nos identificamos con el sufrimiento de los otros y
tratamos de aliviarlo; mediante ella evitamos infringir daño a cualquier
criatura sintiente. Si algo necesita este mundo es compasión; si algo puede
cambiar este mundo es la compasión.
La compasión nos permite identificarnos con el sufrimiento
de las otras criaturas, nos abre el corazón, nos da gran poder para poner los
medios que procuren felicidad y eviten sufrimiento.
Si reinase la compasión, cambiaría la faz del mundo y este
planeta tendría mucho de paraíso y no sería como reza un antiguo adagio “el
manicomio de los otros planetas“. La compasión acerca, abre puertas, permite
que sintamos a los demás como nosotros mismos y nos ayuda a comprender aquello
de “si te hiero, me hiero“.
Por mucho que una persona brille con la mente, si no hay
ternura y amor en su compasión, su vida es un fracaso. Buda declaraba:
“Dieciséis veces más importante que la luz de la luna, es la luz del sol;
dieciséis veces más importante que la luz de la mente, es la luz del corazón“.
Entrevisté en numerosas ocasiones a Vicente Ferrer, quien me
comentaba: “Lo único que le pido a Dios es que me dé un corazón de sangre y
carne“. Pero, lamentablemente, hay personas que tienen el corazón como un
tronco seco y así desconocen el lado más hermoso de su psique. La compasión es
amor sin ataduras ni exigencias ni imposiciones.
Un ser humano puede tenerlo todo, pero si no tiene
compasión, no tiene nada. R. CALLE
Un sentimiento que confundimos con la caridad, la compasión nos ayuda tanto a los demás como a nosotros. Me ha parecido un texto reflexivo y magnifico. Abrazos
ResponderEliminarEl humanista Ferrer nos habla de la compasión, que choca con la insensibilidad y la falta de entrañas de misericordia de las sociedades desarrolladas hacia el sufrimiento ajeno. Compasión que no consiste en sentir lástima o pena de la pobre gente desde fuera de su mundo, sino, atendiendo a su sentido más profundo y radical, en ser sensibles al dolor de las víctimas, en ponerse en el lugar del otro, de los sufrientes de la historia, de los seres humanos y los sectores más vulnerables, y en estar siempre de su lado, asumiendo sus causas como propias, aun a riesgo de exponer la propia vida.
ResponderEliminarUn abrazo Ana..
Cada vez más, la compasión brilla por su ausencia, cada uno va a lo suyo sin importar el daño que se hace.
ResponderEliminarUn beso.
Últimamente no se ve compasión para nada. Que triste
ResponderEliminarSaludos
Precioso texto y muy bueno para reflexionar.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha encantado, es como dices...
ResponderEliminarSi hay corazón tiene que haber compasión.
Muchos besos.
Gracias por tus entradas ¡siempre!
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