La desconfianza y la frialdad parecen que se han instalado
entre nosotros. Antes era normal
celebrar encuentros o reuniones, simplemente por el hecho de pasar un rato
agradable con la familia, vecinos, amigos…, ahora ya no. Hay un enfriamiento en
las relaciones. Nos hemos vuelto cómodos, seguimos juntándonos en alguna
celebración, pero no con la sencillez de antes.
Tenemos temor, miedo. A mi abuela no le gustaba que la
puerta de la calle estuviese cerrada, cuando ella era pequeña ni por las noches
la cerraban. Eso si es tener confianza. Ahora vamos por la calle con el bolso
bien sujeto y con recelo de algunas personas que nos cruzamos, y no hablemos de
la seguridad de las casas, tenemos siete llaves bajo siete cerrojos y aun así la
desconfianza habita en nosotros.
Cuando oigo que todavía hay sitios, pocos pero los hay, que
dejan las puertas de las casas abiertas, las bicicletas sin atar, mi corazón se
expande lleno de gratitud y amor hacia las gentes de ese lugar.
Para ser capaces de comportarnos de esta manera, hay que
empezar por desterrar el miedo de nuestros corazones y llenarlos de afecto,
generosidad, amor…
El ambiente familiar,
la escuela y el entorno social son fundamentales para reencauzar a la sociedad a
un ambiente de generosidad y de amor fraternal. Hay que enseñar valores desde la cuna, a ser
afectuosos, cariñosos con todo el mundo, a sonreír a los demás.
La espiritualidad proporciona valores universales que se
aplican tanto sobre las personas que nos rodean como sobre la humanidad entera.
Lo mas bonito seria vivir como en los tiempos de tu abuela. Desconfiamos, porque hay razones al ver que a tu vecino, le han entrado en su casa mientras dormía, ya me dirás, si no es para poner cuarenta cerrojos. De todas formas, aun hay personas confiadas, pese a todo lo que les rodea y que sienten tal felicidad interior, que les compensa aunque haya veces que se lleven algún varapalo. Un beso.
ResponderEliminarHace poco en el programa "españoles por el mundo" salió una isla de Chipre, donde dejaban las puertas de las casas abiertas, a mi eso me encanta y hace menos de treinta años que en Australia también las dejaban. Ahora es difícil tener esa confianza. Qué le vamos hacer si nos ha tocado vivir en estos tiempos de desconfianza. Un abrazo Luzdemar
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAna, perdona pero lo he borrado.
ResponderEliminarTe decía que hemos perdido en vez de ganado, está más que visto.
Un abrazo
Entiendo tu punto de vista acerca de la confianza, lamentablemente los tiempos ya no son los mismos, pero a veces hasta sonreir es dificil, yo sonrio bastante pero a veces en la calle piensan que ando coqueteando :P jejeje pero tienes mucha razón en tus palabras un abrazo xoxo eliz
ResponderEliminarMuy cierto amiga, nos ha tocado vivir en estos tiempos donde prevalece la desconfianza! excelente texto......feliz semana.....un besito...
ResponderEliminarGracias amigas Verónica, Elizabeth y Camelia, por vuestras palabras. Sonriamos a la vida aunque la gente se confunda. Recibir un abrazo
ResponderEliminarSon los tiempos tan malos que nos toca vivir. Al que se confía, lo despluman. Tal y como dices, es una pena.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Antonio por dejar tú huella y bienvenido al Blog.Un abrazo
ResponderEliminarEs una triste realidad. Estamos viviendo en una época loca, donde todo el mundo corre, donde se exige lo inmediato y se nos olvida que lo más importante es disfrutar de lo cotidiano sin prisas y sin miedos, como esas reuniones familiares que yo también añoro... Hay una inmensa carencia de valores y eso da terror porque pienso en cómo serán las futuras generaciones cada vez más desconfiadas, materialistas y desapegadas de los afectos. Dios quiera que la sociedad sea capaz de revertir esta situación y como bien dices tú, se debe hacer desde la cuna. Todos somos responsables! Un beso para ti.
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