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lunes, 6 de mayo de 2013

EL ZEN




El zen no se basa en ningún dogma ni en ninguna ideología.

La experiencia del Zen es por lo tanto, la experiencia de la iluminación, de satori, y ya que esta experiencia, finalmente, trasciende toda categoría de pensamiento, Zen no se interesa en ninguna abstracción ni conceptualización. No tiene ninguna doctrina o filosofía especial, ningún credo ni dogma formal y acentúa su libertad de todo pensamiento fijo, esto la hace verdaderamente espiritual. La esencia del Zen está en práctica shikantaza en la que nos concentramos en el hecho de estar sentados y respirar con un espíritu mushotoku, sin deseo de provecho, sin fin, sin elección ni rechazo.
Vivir una vida no separada de los otros ni del universo.
En el zen, el ideal y la realidad no están separados. Son como la cara y el dorso de una hoja de papel. El ideal se realiza en la vida cotidiana. El zen no recomienda retirarse del mundo, sino al contrario practicar con los otros y estar activo en el mundo del trabajo. En el trabajo, el espíritu del zen, es el amor al trabajo bien hecho, a la concentración aquí y ahora para cumplir lo mejor posible la tarea, sin egoísmo, el resultado viene dado por añadidura. Así, el samu, el trabajo manual se efectúa en los dojos y templos zen respetando el entorno como un servicio dado a la comunidad.
La vida cotidiana es la Vía de Buda. El zen no es un moralismo. No es ni moral ni amoral. La práctica de
zazen permite encontrarse a uno mismo, despertándose a la realidad de mundo, a  la fuente de los preceptos. Por ejemplo no matar, no significa solamente quitar la vida a alguien, lo que sería como matarse a uno mismo, sino también continuar la vida de Buda. No robar, no es tomar lo que no os pertenece, pues nada nos pertenece definitivamente, llegamos desnudos a esta tierra y no podemos llevarnos nada a nuestra tumba. No hay nada que conseguir, nada que robar, tampoco nada que rechazar. No mentir, es verse tal como uno es, sin ilusionarse y sin falsedades. No codiciar, es tener pocos deseos.

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