La ofensa es un arma capaz de herir el amor propio. Es una
creación humana que deriva de la conciencia del ego y se sostiene con la soberbia
y el narcisismo.
El sentimiento de ofensa no está genéticamente programado,
es un producto tóxico generado por nuestra incompetencia emocional.
Todas las ofensas son vividas como agresiones, aunque no
todas las agresiones provocan el sentimiento de ofensa. Ante el mismo estímulo,
sentimos y actuamos de formas muy diferentes en función de nuestros recursos persónales.
En función de nuestra inteligencia
emocional, de nuestros valores, de nuestra flexibilidad mental y de nuestro
sentido del humor.
Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana.
Así lo afirmó el científico Albert Einstein. No es necesario que exista un
ofensor consciente para que alguien se sienta agraviado, ni siquiera que el
ofensor sea una persona, (hay quien vive ofendido con la vida misma). Para
convertirse en ofensor, sólo se precisa la existencia de una persona que sea
susceptible de sentirse ofendida.
Hay personas inseguras, posesivas, con bajo nivel de
desarrollo de su proyecto de vida, que la ofensa es la forma que han elegido
para relacionarse consigo mismas y con los demás.
Ofender y sentirse ofendido es fácil, conscientes o no,
lanzamos y recibimos mensajes que contaminan el medio emocional interior y
exterior.
Para no vivir eternamente ofendidos, es importante no entrar
en la espiral de agravio y dar salida adecuada a las emociones que surgen
cuando nos sentimos heridos por la ofensa.
Nadie puede herirnos sin nuestro consentimiento. Pueden lanzarnos una ofensa pero que nos resbale o que la hagamos nuestra solo depende de nosotros.
ResponderEliminarSaludos Ana.
Según el estado estado de animo, en el que nos encontremos, así recibiremos las ofensas que nos hagan. Por eso deberíamos poner una sonrisa cuando nos ofenden y así lograr el efecto contrario de lo que pretenden. Un abrazo.
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