Una de las más fascinantes derivaciones del saber taoísta es
la alquimia, un arte que en principio no se relacionaba con el Taoísmo, pero
que más adelante adaptó las teorías de éste. El origen de la alquimia (lian
dan, fusión del elixir) queda atestiguado históricamente hacia el siglo II aC,
pero encuentra sus orígenes textuales en el siglo III dC, donde se la describe
como una técnica ritual compleja, que incluye teorías cosmológicas, reglas para
el mantenimiento de la salud, química, metalurgia, medicina y tradiciones
esotéricas, destinada a propiciar la comunicación con unos “Seres Perfectos”
que viven apartados en una isla mística, e incluso llegar a formar parte de su
comunidad ultramundana. Desde principios de nuestra era, la búsqueda de esta
isla de bienaventurados queda en manos de la cofradía de los fangshi (maestros
en artes ocultas), maestros en técnicas respiratorias, medicina, astronomía,
geomancia, adivinación, música, adivinación, etc., que se transmitían oralmente
de maestro a alumno en forma de ceremonias de iniciación. Las creencias de
estos especialistas se fundieron con técnicas pertenecientes a escuelas
independientes como la del yin-yang y la de los Cinco Agentes (wu xing, madera,
fuego, tierra, metal y agua), absorbiendo los principios de éstas para formar
un solo corpus.
Los fundamentos teóricos de la alquimia consistían en la
creencia de que, a lo largo de un proceso meticulosamente estructurado, y
gracias a la utilización de distintos productos minerales y materias vegetales,
el adepto podía llegar a crear químicamente un tipo de materia (una medicina,
un elixir, oro…) libre de todas las imperfecciones causadas por el paso del
tiempo, y capaz de restituir el momento primordial anterior a que el mundo se
dividiese en las dos polaridades opuestas del yin y el yang.
Lo más importante en esta creencia era que durante el
proceso de creación de un oro perfecto, el cuerpo y el alma del alquimista se
irían purificando simultáneamente, transformándole en una persona más evolucionada,
liberada de toda la escoria adquirida durante la experiencia de la vida.
De lo que se entera una.
ResponderEliminarMe quedo con el final, que mientras el alquimista estaba en el proceso de creación, se iba transformando en una persona liberada.
Un beso.
Madre mía del amor hermoso.. Ana, eres un pozo de ciencia.. me quedo sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo..
iMPRESIONANTE.
ResponderEliminarNos has dejado ojipláticos a todos, la de cosas que se pueden aprender para que todo fluya mejor. Un abrazuco
ResponderEliminarLo relevante es lo que queda
ResponderEliminarcomo significante en la enseñanza y la práctica de quienes
estaban deseosos de saber y aún lo están...