Una tarde de madiados de otoño, dos niños juegan al "pilla-pilla", Manuela de cuatro años y Juan de poco más de cinco.
Manuela se queja de tener frio, pues el viento corre fuerte esa tarde y le dice a Juan que se va para su casa que ya no juega más. A Juan no le gusta la idea, él quiere seguir jugando.
-No te vayas. Le dice Juan a Manuela
-Sí, si me voy, tengo frio.
-Si te vas te quemo las trenzas.
Sin saber de dónde salía el fuego, la niña vio como sus largas trenzas empezaban a arder y a oler a chumarrasca. La niña corre hacía su casa llorando en busca de su madre.
Tres años más tarde un día de invierno, los mismos niños están en cima de una cina de leña, allí tienen juguetes y juegan a hacer comidas. Como faltan muy pocos días para que sean los "reyes". Manuela le dice a Juan que los reyes le van a traer una cocina con platos y cucharas y también un cabás.
Juan se queda mirando a la niña y con una sonrisa burlona le dice.
-Los reyes, los reyes no existen, los reyes son nuestros padres.
La niña siente una enorme tristeza.
-¿Es qué no lo sabias?. La niña calla, le vienen a la mente frases y palabras sueltas que ha oido a su madre y hermano mayor. Manuela ata cabos.
Dos años despúes a mediados de primavera, están Juan y Manuela sentados en un poyo que hay debajo de la ventana que da a la cocina de Juan.
-Voy a hacer una huerta.
-¿Qué es eso?
-Voy a sembrar judías.
¿Dónde?
-Aquí, en este lado del poyo. Mi abuela me va ayudar.
-Yo también voy a sembrar judias.
-¿Tú?, tú no sabes, mi abuela es que ha estado en Valencia y si sabe.
Manuela se va a casa y coge alubias del tarro donde las tiene su madre, sale fuera al ejido busca un lugar, escarba bien la tierra y siembra las alubias. Todos los días va la niña a ver si la judías han nacido, va por la mañana por la tarde a todas horas. Cuando ha pasado una semana la tierra se agrieta y milagro empiezan a nacer unas plantitas, son las judías.
Con los mimos y cuidados de la niña las plantitas crecian muy de prisa.
Vino Juan a ver la huerta de Manuela.
-Mi abuela dice ¿qué cómo a tí, te han nacido? y a nosotros no, que somos los que entendemos de huerta.
A la mañana siguiente cuando Manuela va a ver a sus plantas, se llevo una desagradable sorpresa. En el centro de su huertita había enterrada una comadreja muerta y tenía la cabeza de fuera.
La niña supo al instante que había sido Juan el autor de los hechos.
Las judías de Manuela dieron judías tiernas y las de Juan nunca llegaron a nacer.
Cuando los niños tienen diez y once años, tuvieron su última aventura junta. Fueron a coger polluelos de urraca.
-Mira Manuela, ahí hay un nido de urracas sube tu a cogerlas.
La niña que sabia que no se podia fiar de Juan.
.Sube tú que eres mayor.
Si subes te dejo que cojas dos urracas para ti.
Antes que la niña dijese nada, del nido salió una comadreja. Las comadrejas habitan los nidos viejos de las urracas.
Después de aquella tarde los niños se separaron y a pesar de haber compartido tantos juegos y aventuras juntos, de mayores cuando se ven solo se dicen "adiós".
En fin que terminaron como Juan Y Manuela.
Jajajaja, que c.... Juan, no? Me enternecen estas historias... pero al mismo tiempo hay algo en mi corazón que se rompe al pensar en un niño pequeño que necesite hacer daño a otro para él sentirse bien... qué dolor o daño tan fuerte no habrá sufrido ese niño para conseguir así satisfacción?
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si, la verdad es que a pesar de ser Juan hijo único, su padre siempre le echaba la bronca por todo.
ResponderEliminarLe decia "memo, que eres un memo" "tonto, más que tonto sabe ella más que tú y eso que vas a la escuela.
En fin, que le vamos a hacer...Besos
Hola Ana.Creo que tiene que dar gracias Juan,que Manuela lo salude de
ResponderEliminarmayor,porque hay que ver,lo que le hizo pasar cuando era pequeña,la
verdad era un poco cabroncete.Es como para olvidarse de el.Vaya con
Juanito, que gracioso,por la otra punta.Un beso.