Hay un
flujo en el universo que se llama tao. El tao fluye lentamente, pero nunca para
y es increíblemente poderoso, manteniendo las cosas del universo en orden y
equilibrio. Se manifiesta a través de cambios de estaciones, ciclos vitales o
mutaciones de poder u orden. El tao es la ley de todo. El que sigue al tao se
hace uno con el tao.
El
concepto del tao se basa en aceptar que la única constante en el universo es el
cambio y que debemos aceptar este hecho y estar en armonía con ello. El cambio
es el flujo constante del ser al no ser, de lo posible a lo real, yin a yang
femenino a masculino. El símbolo del tao, llamado taijitu, está constituido por
el yin y el yang confluyendo en un círculo.
Esta
palabra tenía un significado espiritual y filosófico de «camino de la
naturaleza» o «camino de los cielos». Las enseñanzas de sabios como Lao-Tsé y Confucio
predicaban el abandono de nuestro propio camino para seguir, en su lugar, el
«gran camino».
La primera referencia al tao aparece en el Tao te ching de Lao-Tsé,
en el que no se define concretamente lo que es y cuyo carácter metafísico fue
único en la China de entonces. Sus enseñanzas, y las de su sucesor Chuang-Tsé, constituyen
el taoísmo.
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