San Fermín de Amiens, fue un misionero cristiano, primer obispo de
Amiens, cuya iglesia mandó construir.
Según la leyenda, nació en Pompaelo (la actual Pamplona),
hijo de un senador pagano de nombre Firmo, un alto funcionario de la
administración romana que gobernó Pamplona en el siglo III. La predicación de
Honesto, quien había marchado a la península tras ser milagrosamente liberado
de su prisión en Carcasona, conmovió a sus padres, quienes sin embargo no se
convirtieron hasta oír a san Saturnino de Tolosa. El santo habría bautizado a
Fermín y a sus padres en el lugar que hoy se llama popularmente pocico de San
Cernín.
Bajo la tutela de Honesto el joven Fermín aprendió la
religión y el arte de la prédica. A los 18 años fue enviado a Tolosa, donde
sería ordenado. Tras predicar en Navarra, marchó a Francia, donde se asentó en
Amiens. Habiendo organizado la construcción de la iglesia local, fue nombrado
obispo a los 24 años. La oposición oficial a la doctrina cristiana le granjeó
la cárcel, donde, tras negarse a cesar su prédica, fue decapitado a los 31 años
de edad.
Los orígenes de las fiestas de San Fermín se remontan a la
Edad Media y están relacionados con tres celebraciones: los actos religiosos en
honor a San Fermín, intensificados a partir del siglo XII, las ferias comerciales
y las corridas de toros, documentadas desde el siglo XIV. En los inicios, la
fiesta conmemorativa de San Fermín se celebraba el 10 de octubre, pero en 1591
los pamploneses, cansados del mal tiempo, decidieron trasladar la fecha
original a julio y hacerla coincidir con la feria. De este modo nacieron los
Sanfermines. En su primera edición duraron dos días y contaron con pregón,
músicos, torneo, teatro y corridas de toros. Posteriormente se fueron añadiendo
otros actos como fuegos artificiales y danzas, y se prolongaron hasta el día de
hoy.
Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBueno asi ahora al menos se algo,gracias,abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante tu crónica, y el gran olvidado es el patrón de Pamplona, San Saturnino. Un abrazo
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