Un hombre muy sencillo y analfabeto, llamó a las puertas de
un monasterio. Tenía deseos verdaderos de purificarse y hallar un sentido a la
existencia. Pidió que le aceptasen como novicio, pero los monjes pensaron que
el hombre tan simple e iletrado que no podría entender las más básicas
escrituras ni efectuar los más elementales estudios. Como lo vieron muy interesado por permanecer en el
monasterio, le dijeron que podía quedarse,
que sería el encargado de barrer el monasterio, a cambio tendría comida y
alojamiento.
Pasado unos meses, los monjes empezaron a observar un cambio
en la actitud del hombre. Se le veía muy
tranquilo y relajado, mantenía una
sonrisa constante en sus labios, todo él emanaba paz. Los monjes al hablar con
él, se dieron cuenta de su gran evolución espiritual y una excepcional pureza
de corazón. Extrañados, le preguntaron si estaba siguiendo algún método o
practica especiales, pero el hombre, muy sencillamente repuso.
-No, no he hecho nada, creedme. Me he dedicado con mucho
amor, a la tarea que me encomendasteis,
barrer el monasterio diariamente, cada vez que barría la basura, pensaba que
estaba también barriendo de mi corazón la envidia, rencor, resentimiento, odio...
y cada día me siento más y más feliz.
Y así de sencillo es todo, verdad? Ainssss, es más dificil desaprender lo aprendido que aprender algo nuevo. En fin, en ello estoy. Gracias
ResponderEliminarAnda, que eran tontos los monjes, al primero que pasaba por allí le
ResponderEliminarencasquetan la escoba, de todas maneras intentaré pensar así, aunque
me será difícil, porque cada vez que cojo la escoba me cabreo, porque
siempre me toca a mí. Entiendo perfectamente su actitud, al no dejarle
hacer otra cosa. Pero nosotras, con la de cosas que hacemos, desde
luego el barrer y el planchar no es lo mas gratificante, por eso aun
tenemos que poner mucho mas empeño, en seguir este bonito ejemplo.Un
abrazo.
Si, si, hay que tener una buena actitd en todo lo que hacemos y poner amor en ello, algunos trabajos nos agradan más que otros, pero ahí esta la cuestión, en conseguir hacerlos todos con el mismo agrado. Un abrazo
ResponderEliminarAquel dominico... ejemplo de humildad... la sociedad nos ha hecho que "se nos caigan los anillos"
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ResponderEliminarMe recordó algo que dijo Teresa de Calcuta: "hay que hacer las cosas ordinarias con amor extraordinario"