El Ikebana es posiblemente una de las formas más hermosas de
arte floral que se han inventado nunca. La delicadeza con la que se coloca cada
elemento, buscando siempre el equilibrio y una sensación inimitable son motivos
por los que miles de amantes de las flores y la decoración se interesan por él.
Este arreglo floral japonés le da un sentido completamente diferente al
concepto de poner flores en un jarrón, y por ello se habla de un arte en el que
solo los más hábiles son capaces de innovar, llegando a la categoría de
maestros, un honor que reciben muy pocos.
La historia del Ikebana se remonta hasta más de 15 siglos
atrás, con el budismo como punto de origen. Por tanto, se trata de un inicio
religioso que se ha extendido a la decoración, como sucede con muchos estilos
orientales.
Antaño la costumbre era ofrecer flores en los altares a
Buda. Aunque muchas veces las ofrendas se dejaban de forma descuidada sobre
estos, algo que un sacerdote quiso evitar. Para ello, empezó a crear arreglos
florales con unas características muy concretas, que se han seguido utilizando
tanto en el Ikebana tradicional como en algunas de sus variantes.
Pasado el tiempo, el gusto por la decoración y el arte llevó
a una época de esplendor en Japón, donde la arquitectura y la jardinería tenían
mucha importancia. Así nacieron los primeros centros dedicados a enseñar el
arte floral japonés, con escuelas que han ido evolucionando hasta llegar a
nuestros días. Algunas de ellas compiten en festivales de Ikebana, donde
jardineros y expertos en decoración se esmeran por conseguir la mejor
composición y llevarse la gloria del premio.
En el mundo occidental se presta menos atención a los
pequeños detalles, de modo que se eliminan algunos elementos. Aun así, la
estética de estos centros decorativos los convierte en un modo muy atractivo de
decorar cualquier espacio. Una forma de dar ese toque de naturaleza que alegra
una habitación. Se puede ver en despachos y oficinas, restaurantes orientales o
revistas de decoración, tengan o no el estilo japonés como idea.
La influencia de los estilos occidentales hizo que algunos
maestros intentaran innovar u hacer nuevas composiciones. Otras escuelas se
decidieron por preservar la esencia y ser más conservadores. Finalmente, en la
actualidad podemos encontrar distintos estilos de Ikebana que van desde los
clásicos hasta los de corte vanguardista. La escuela Ikenobo, una de las más
prestigiosas de la historia, cuenta con diferentes formas de realizar estos
diseños. A su vez, dentro de estos hay
más variantes.
Actualmente, el Ikebana se puede definir como un canto a lo
efímero, teniendo en cuenta que las flores cortadas tienen una vida muy corta.
También es una muestra de respeto a la naturaleza para agradecer todo lo que
nos aporta.
Algunas personas definen los arreglos florales japoneses
como una serie de normas para hacer centros decorativos. La realidad es que se
trata de algo mucho mayor. Es un arte donde se trata de fusionar la naturaleza
de la tierra con la del ser humano, tratando de alcanzar el misticismo que
rodea a este. Para conseguirlo, se utilizan flores y hojas, tallos y frutos.
Todo lo que da una planta se puede colocar en un Ikebana, siguiendo las pautas
que rigen esta decoración. El florista que lo realiza siente una paz y una
armonía difíciles de explicar si no se ha experimentado.