De niños, nuestro ego crece muy rápidamente, lo queremos todo para nosotros, mimos, mamá, juguetes… El adulto tiene un montón de problemas para deshacerse de este hábito y acumula mayor cantidad de bienes para satisfacer su ego.
Ambición de poder y conquistas cada vez más grandes. Esta sed es un círculo vicioso, que sigue manteniendo sin encontrar nunca la satisfacción. En cierto modo, obedecer al ego lleva a la ruina al espíritu.
El ego puede estar unido a muchas otras cosas: la fama, la apariencia, al conocimiento... Satisfacer el ego, que está tratando de ponerse por encima de todo, por ir en contra de los intereses del universo.
Al ego le gusta la
aprobación, quiere controlar situaciones y personas, y se apoya en el poder
porque vive en el temor, es carencia, nos dice que hace falta algo más.
El mayor obstáculo en el camino
de la ascensión espiritual es el ego.
Tenemos siempre dos voces ante cualquier
decisión a tomar. La voz del ego y la voz de nuestro profundo ser, el ser
verdadero, el maestro interior o como queramos llamarle.
La voz del ego nos confunde,
creemos que es la nuestra la verdadera, pero no lo es.
El ego le gusta aumentar
nuestras dudas y su voz quiere ser escuchada primero.
El único consejo verdadero
viene de la conciencia tota, pero el ego puede simular la experiencia de ella y
hacer ruido intentando neutralizar la verdadera voz interior.
Para saber diferenciar la voz
del ego de nuestra voz interior, tenemos que desarrollar la intuición y a tener
confianza en nosotros mismos, al principio esto no es fácil, pero con el tiempo
se logra conseguir.
El conocimiento de la verdad debe
ser cultivado en todos los seres humanos.