Manuela se queja de tener frio, pues el viento corre fuerte esa tarde y le dice a Juan que se va para su casa que ya no juega más. A Juan no le gusta la idea, él quiere seguir jugando.
-No te vayas. Le dice Juan a Manuela
-Sí, si me voy, tengo frio.
-Si te vas te quemo las trenzas.
Sin saber de dónde salía el fuego, la niña vio como sus largas trenzas empezaban a arder y a oler a chumarrasca. La niña corre hacía su casa llorando en busca de su madre.
Tres años más tarde un día de invierno, los mismos niños están en cima de una cina de leña, allí tienen juguetes y juegan a hacer comidas. Como faltan muy pocos días para que sean los "reyes". Manuela le dice a Juan que los reyes le van a traer una cocina con platos y cucharas y también un cabás.
Juan se queda mirando a la niña y con una sonrisa burlona le dice.
-Los reyes, los reyes no existen, los reyes son nuestros padres.
La niña siente una enorme tristeza.
-¿Es qué no lo sabias?. La niña calla, le vienen a la mente frases y palabras sueltas que ha oido a su madre y hermano mayor. Manuela ata cabos.
Dos años despúes a mediados de primavera, están Juan y Manuela sentados en un poyo que hay debajo de la ventana que da a la cocina de Juan.
-Voy a hacer una huerta.
-¿Qué es eso?
-Voy a sembrar judías.
¿Dónde?
-Aquí, en este lado del poyo. Mi abuela me va ayudar.
-Yo también voy a sembrar judias.
-¿Tú?, tú no sabes, mi abuela es que ha estado en Valencia y si sabe.

Con los mimos y cuidados de la niña las plantitas crecian muy de prisa.
Vino Juan a ver la huerta de Manuela.
-Mi abuela dice ¿qué cómo a tí, te han nacido? y a nosotros no, que somos los que entendemos de huerta.
A la mañana siguiente cuando Manuela va a ver a sus plantas, se llevo una desagradable sorpresa. En el centro de su huertita había enterrada una comadreja muerta y tenía la cabeza de fuera.
La niña supo al instante que había sido Juan el autor de los hechos.
Las judías de Manuela dieron judías tiernas y las de Juan nunca llegaron a nacer.
Cuando los niños tienen diez y once años, tuvieron su última aventura junta. Fueron a coger polluelos de urraca.
-Mira Manuela, ahí hay un nido de urracas sube tu a cogerlas.
La niña que sabia que no se podia fiar de Juan.
.Sube tú que eres mayor.
Si subes te dejo que cojas dos urracas para ti.
Antes que la niña dijese nada, del nido salió una comadreja. Las comadrejas habitan los nidos viejos de las urracas.
Después de aquella tarde los niños se separaron y a pesar de haber compartido tantos juegos y aventuras juntos, de mayores cuando se ven solo se dicen "adiós".
En fin que terminaron como Juan Y Manuela.